El viaje del que se queda (Tercera parte) - Maximiliano JB Félix
09.01.2016 02:25
Bajo el mismo cielo (III)
Amaneció el sueño con la media mañana y el café. En pleno desayuno solitario llego su imagen con un baúl de pequeños recuerdos. Los primeros del día. . . Un pin pong de preguntas entre canela y vainilla al despertar, acompañadas de miradas intensas y sonrisas tan brillantes como el sol. Los alientos fuertes como el desayuno próximo a venir, y ahí, sobre el colchón, la sentencia de quién sería hoy, el que sirva el desayuno.
Arribó al destino siguiente, cruzando las fronteras del norte, la altura era complicada, pero tampoco mortal. El lugar era bonito, y entre postales, su sonrisa cobraba protagonismo, y ya no había más nada que hacer, quedaba subido al viaje del que se queda. Pensando en todo lo que extrañaba, y porqué. Porque su mirada era benéfica y sagaz y su sonrisa cómplice y precisa.
Porque ponía en mi la mejor sonrisa, hacía del tiempo un gran puñado de momentos profundos, intensos, cargados de vida, de estados, de magia. . .
Eran grandes sacudones los que se vivían por esta parte del viaje, mientras, sucedía el tiempo normal, que pasaba más lento, y yo girando, visitando gente, recorriendo la ciudad, viendo su figura en cada lugar, en cada movimiento me cruzaba una postal de nuestra compañía, de nosotros allí, abrazados en un recuerdo imborrable, y en uno de esos recorridos, fue que me detuve a ver el cielo, el menguar de la luna y la brillante platea de estrellas. . . y ahí recordé, que seguíamos tan juntos como siempre, que sólo nuestros cuerpos se habían separado por un tiempo, pero que no había distancia que pudiera con nosotros, mientras estemos bajo este inmenso cielo, que mientras así fuese, siempre sería el mismo suelo. Nuestros sentimientos no sabían de fronteras.
A partir de ese entonces, extrañar era distinto, luego de algunos ratos, se transformaba en risas de micro memorias anecdóticas, como la de oírnos gritar”Saimón Saimón” o andar mojados por la lluvia, huyendo entre risas de las tormentas. La de pensarnos en silencio echados sobre la falda de un río. La de nuestro mejor trío, juntos con la luna. La de los ataque golosina, o los antojos anti-bajón. La lectura bajo la parra, o cocinar para sus amigos. Nosotros de mil maneras, desde chicos, hasta ahora.
Dormir era cada vez más interesante, la propuesta de los sueños era cada vez más feliz y siempre quedaba despertar, bajo el mismo cielo, en el mismo lugar.