Hasta la última melodía. Por JB Félix

05.02.2013 02:04

 

Hasta la última melodía.

Por entre los bosques, los duendes vivían en una aldea tratando de mantener su equilibrio natural. Estos en su comunidad practicaban muchas labores manuales, de ingenio y artísticas, y allí todo se practicaba con amor y devoción.
Entre todos, por su propia conducta, iban tomando como referencia a ciertos seres, ciertos personajes que se ganaban su simpatía y respeto, como quien diría, los buenos duendes, a estos se los conocía por ser los “Duendía”

Entre los duendes existía una gran diversidad, agrupados en común como una especie, pero con distintos y distinguidos ejemplares, entre estos, aquellos simpáticos y amorosos duendes, también existían otros, no tan sinceros ni amistosos, que se empecinaban en timar a la masa, y sabotearlos de sí mismos para poder manipularlos.
Estos, los poco confiables, si bien eran poco confiables, también eran poco conocidos, entonces jugaban con las apariencias, enmascarando bien las primeras experiencias, para presentarse conformes y semejantes.

Mientras entre los grandes árboles se practicaban las diferentes labores de la mano de los duendes adultos, los peques, es decir, los niños duendes aprendían en talleres lo importante de la buena tarea, esta que al practicarse satisface toda necesidad, tanto de la recibir como la de cuidar y valorar, la de sentirse útiles e interdependientes.
También los ancianos de la aldea pasaban en voces las experiencias vividas tratando de tamizar algún aprendizaje certero para que los jóvenes fuertes enfrentaran el destino hambrientos de gloria y sabiduría, sabiendo que esa sería su única hambruna. Que nada faltaría para ellos y los otros. Que cabría en la hermandad el equilibrio de las especies.

Mientras tanto, “las pequeñas sabandijas”, merodeaban ponzoñosamente entre los duendes sin darse a conocer tal cual eran, agrupándose de manera capciosa para conquistar más inocentes. Así, de esta manera, al transcurrir el tiempo, comenzaron a desatinar el destino de la aldea. Encuadrando a su antojo los despojos de todo el pueblo.
Comenzaban poco a poco a convertirse en vox populi, ellos tenía el poder de las mentes.
Los buenos duendes, hasta el último entonces quisieron reaccionar, y no lo lograron, más que haciéndolo. Mientras las sabandijas desandaban la cultura de la aldea, los duendías seguían protegiendo lo que había y construyendo algo nuevo día a día. Sabiendo que todos los días alguien más en la aldea se les pondría en contra. Siendo los duendías vistos como los desviados, ya no reconocidos por los antes queridos y honrados, cada instante era más complicado, ya no abundaba bonhomía a los costados. Aún así buscaban su vieja libertad libre de pecados. Y aunque ante el cansancio y la adversidad, ante los golpes y las contrariedades, sabiendo que cada vez era más pesado, que cada momento, ya era pasado y viendo que poco a poco ellos iban muriendo por dentro, y por fuera. Los duendías siempre estaban dispuestos a bailar hasta la última melodía.