La naturaleza llama con todas sus voces, y con todos sus silencios.
A veces la balanza se equipara, y da en demasía por ambas partes, o quita. . . es decir, tanto bueno como malo. . . o simplemente resulta simbióticamente existente, es decir, equilibrado.
Saber aprovechar lo fresco de la pequeña brisa previa al goteo desde el cielo en un tumulto de gente. Poder perderse entre la gente y reconocerse. Poder mirar a un niño a los ojos y no sentir vergüenza.
No es significativamente lo mismo que atormentarse por la lluvia próxima, deambular entre la gente por no tener un lugar, o mirar a un niño y no entenderlo, o querer simplemente mandarlo autoritariamente.
Nada es lo mismo que nada. Aunque no siempre se aprehende de buena manera.
No se presta atención, a veces, a peqeuños detalles. (Como la palabra "pequeños" mal escrita) .
Parece una sonsera, pero la ambigüedad y la falta de compromiso con la que solemos usar la comunicación hace que muchas cosas pierdan sentido, o explicitud/explicites, es decir, pierde especificidad. Y a menos que así lo queramos nunca va a cambiar. . . puesto que entonces cabe observar cómo la naturaleza habla en sí misma mientras se nos descubre. . . tanto con sonidos, como en silencios. Es necesario comprender el equilibro que nos da un poco de todo. . . caos y cosmos. Ser conscientes de la fluidez de las energías anticiparse, como a la lluvia, entreverarse como en soledad rodeado de gente viéndose a uno mismo, sin vergüenza, como si fuera un juego de niños, donde la consiga es aprehender y compartir, transmitir y conocer. Sin temor, por placer.
La naturaleza llama con todas sus voces, y con todos sus silencios.