Solitaria Compañía - (cuento) Por JB Félix
Solitaria compañía
(Un cantar del viento y la tierra)
Era en un lugar no muy lejano. Un lugar por demás agraciado...era precioso en todos sus costados, desde cualquier punto de vista, ese lugar, era prestigioso.
Allí, en ese calido lugar, se encontraban dos almas sin cuerpo, de entre tantas, estas dos, muy particulares. Ellas vagaban en su rumbo, pero en sí, ellas ni se conocían. Eran dos curiosos desconocidos que buscaban una respuesta, ninguno tal vez conocía bien la pregunta, pero ambos querían esa respuesta.
Una de esas almas era la tierra, así la llamaban. Ella era firme, a veces brusca pero realista por sobre todas las cosas.
Por otra parte, la otra, un poco más espontánea. Lo llamaban viento. Efímero y severo, como calido y sutil.
Ellos solían cruzarse sin detener miradas. Ella por su parte, bien terca e insistente, en complicidad con el agua, salía a pasear, andaban distancias en varias partes a la vez, eran esplendidas compañeras. Incluso a veces se jugaban bromas extrañas, pero eran inseparables.
Allí también el viento se veía pasar andariego, aunque no reparaban en miradas, tan solo en sensaciones.
Él por su parte, más bien solitario, de tanto en tanto andaba entre los copos fríos y jugaba a esparcirlos. Tan siempre fríos, como la ignorancia. A veces el viento se enojaba sin preguntas ni respuesta y huracanaba sus ansias rabiosas por los bocas de los volcanes, y le descargaba a su confidente, sus males y pesares, sus pasiones abismales y su desencuentro consigo mismo.
El fuego, a quien el viento le confiaba, tomaba con tono de vitalidad sus vociferaciones, lo contenía y calmaba poco a poco, mientras pensaba como devolverle un poco de todo lo que él le daba. Entonces de tanto absorber al viento, el fuego pensó:
“Algo me dice que esto viene de una profundidad… de algo interior, como desde dentro de mi volcán.”
Luego de personificarse y sentir el oxigeno del viento, el fuego le dijo:
-“Querido amigo tal vez sea hora que al recorrer te detengas en tu andar y te fijes como te ves.”
El viento pensativo le agradeció y siguió su rumbo mientras contenía y repetía de manera elocuente lo que su consejero le había dicho. Mientras tanto seguía vagando en su costumbre y retomaba sus pensamientos y su objetivo. “Esa Respuesta”. De tanto andar este fue prestando más atención, y vio lo que tal vez causaba.
Un día el viento, rotando encontró a la lluvia, se presento muy simpática y añeja, como que traía su recorrer. Él la acompaño en camino. Ella un poco cansada demostró fatiga, y el sin dudar, le ofreció ayuda. La soplaba hacia los lados como repartiendo del cielo el mana. Mientras tanto la lluvia muy discretamente, se daba a conocer. Le hablaba de sus caminos, de todo lo que tenía que hacer para lograr caer, entre tantas cosas, le habló de la tierra, diciéndole como ésta formaba parte de su andar, así también explicándole como era necesario para la tierra de su humedad. El viento, mientras oía a la lluvia chapotear, reflexionaba sobre lo que su amigo le había dicho y dijo interrumpiéndola: “si yo la eh visto... es compañera del agua, creo cruzarlas a menudo, es que no presto mucha atención, soy medio disperso y mis rumbos varían al igual que mis experiencias y yo”. Claro que si- dijo la lluvia – pues tú también formas parte de todo esto, es que no notas que a mí, como a los que bajamos del cielo, siempre nos has de soplar, y dándonos caminos los cuales a veces nos ayudan a llegar.
Luego de un silencio la lluvia aviso:
“Estoy por llegar a destino, luego podría comentarte más, también deberías esparcir esto que te digo, hazme ese favor llévalo contigo y desparrámalo a tus cuatro lados, que ya nos volveremos a ver”.
Podría yo encantado hablarles de tu cantar a todos – contestó el viento - pero habrá quienes no me querrán escuchar, eh incluso criticarán de mi. No se así que tanto te serviría.
Pues me servirá si logras contarlo, por qué implicará que tú también has entendido.
El viento sonrojado respondió que si, y se echó a soplar.
Así el tiempo pasaba y el viento mientras tanto comenzaba a emprender sus viajes desplegando el mensaje de la lluvia. Hasta que un día al cruzar por una montaña, la tierra se le presento. Casi al choque ambos se vieron y gritaron:
-Hey!- dijo la tierra.
-lo siento, venia pensativo –dijo él- yo soy el viento. - Y ahí comenzó todo.
El le habló de sus andanzas a modo de presentación, centralizándose en el mensaje que debía esparcir.
Ella lo escuchó atentamente y comentaba al pasar, sus opiniones. Entre tanta charla y compañía notaron que ambos buscaban cuerpos y no encontraban. Que su respuesta era tardía, su pregunta medio perdida, y no lograban hallar ninguna mirada.
Entre historias y leyendas, cruzaron sus visiones, y lograron verse. Fue entonces cuando desnudaron sus principios, convidándose de sus sueños. Comenzaron a hablarse con más que palabras, y ahí encontraron su respuesta. En el momento en que estaban así los dos, preguntándose tantas cosas nuevas, abarcando el río de las dudas donde todo fluye al momento, donde nunca se dejan arrastrar por la corriente. Pero donde más se ven pensar.
Allí con ese misterio entre sus pupilas siguieron hurgándose las fibras mas intimas, hasta quedar anonadados, cuando al unísono dijeron:
-¿Has estado aquí todo el tiempo?-
Se empezaron a comentar las coincidencias y entre tanto asimilar, terminaron sellando sus bocas, con el silencio más precioso que encontraron en ese momento… un beso.
Desde ahí comprendiendo el mensaje del fuego y la lluvia, comenzaron, en compañía, a recorrer sus rincones llevando entre sus ansias felices los mensajes de satisfacción.
Emprendieron sus viajes separándose de a ratos y volviendo con la experiencia de su fomentar.
A veces desilusionados por las reacciones y respuestas de los demás, otras veces extasiados por las miradas que comenzaban a cruzar y la atención que le prestaban.
Fue tan feroz el eco de sus voces, que retumbo en todo el lugar, ese lugar bello, que nunca se había sabido aprovechar bien.
Ahora de a poco muchos, ya comenzaban a observarse, entre ellos, y a sí mismos, comprendiendo la simbiosis, la interdependencia de la libertad, contaminándose de respeto y valores, de principios y utopías, de ideales sin egos, de armonía y paz.
A todo esto, estos dos ejemplares de sabiduría se adquirían cada vez más, y comenzaban a comprender un poco más, y al ver que así y todo, el tiempo transcurría apurado, notaron que tal vez fue un poco tarde. Que no todo se pudo salvar.
Que igual su predisposición fue buena, que fue eficaz, pero no lo suficiente como hubieran deseado.
Viendo que ellos antes de encontrarse también se habían descuidado, que no habrían utilizado de buen modo el libre albedrío. Viéndose reflejados los unos en los otros, y entre ellos también, captaron que nada era imposible, pero que todo debería tener un tiempo, más allá de las horas.
Así la tierra viendo sus árboles envejecer junto a la vieja lluvia, el mar voraz de apetito salando todo a su pasar.
El viento observaba el fuego, y su volcán descompuesto de sus compañías a lo largo de sus pies. A los copos caerse sobre ellos mismos, encimándose bruscamente.
Las lagos secándose sedientos y agotados.
El sol y la luna cada vez más distantes a su separación.
Y el mismísimo viento volcándose en sacudones de sus nebulosas intrigas, y sus viejos instintos estrellados.
La tierra temblando por su desesperación, abriéndose por no saber a donde correr. Mientras las especies sobre ella vaciaban su absurda y espontánea voluntad, aun sin encontrarse en las miradas, tan solo en lo superfluo y vacío.
Mientras teñían al viento de humos y pestes de contaminación, solo reparaban en si mismo y a veces tan solo en lo artificial. Sin entender sus esencias, sin arriesgar de verdad su valentía.
Los dos abordados por la resignación, desesperados por no comprender, como el todo se volvía la nada. Y siendo ellos tan responsables como todos. Insistían en curar sus heridas.
En comprender el mensaje, el verdadero sentido. En desparramar esa respuesta que habían conseguido y hacer saber que a pesar de todo seguían teniéndose.
Que gracias a eso, sobrevivían un poco más, tolerando así el desconsuelo. Hablando en nombre del amor, de ese amor que habían sabido despertar, que escuchando con atención, y hablando con firmeza habían logrado conseguir.
Algo que ahora cueste lo que cueste iban a mantener hasta el fin de los días. Agradecidos de sus experiencias de sus compañías y de sus malos tragos, por haber podido degustar todo, y aprender de ello.
Así fue que anduvieron siempre desde el día que ofrecieron sus corazones a la verdad. Así, mientras los tumbos los desestabilizaban ellos seguían aguerridos a sus ideales, abrazados por sus metas soñadoras, donde no encontraban limite. Ellos seguían luchando por su armonía, en busca de su paz. También entonces encontraron que la justicia es ciega, porque no se puede ver, pero en cuanto llega se hace notar. También de ella iban a adquirir lo suficiente para luego poder ofrecerla, en interacción con todos, desde el cielo a la tierra, desde el planeta al cosmos.
Incluso desde este simple cuento que me contaron una noche, donde todo se observo reflejado desde la tierra al mar, del mar a las estrellas, de la luna hasta tus ojos y desde tus ojos a mis sueños.
Y hoy ellos mantienen mis esperanzas y mis deseos de cambiar. Mi sueño esta por despertar.
-Lamento no haber podidos ser un dios y dominar los tiempos y los vientos, para haber logrado un cruce mejor. Algún día tal vez ellos me escuchen y nuestro abrazo tenga un cierre mejor. Tal vez acá también sea tarde, tal vez incluso ya no quede importancia en el reloj, pero fue así como comprendí, que la hermandad y el amor, hacen las almas libres y las encomiendan a la verdad y la justicia, donde solo queda merecer.
Yo aquí te otorgo mi sueño, sabrá quién si es justo merecerlo. Quizás la luna y el sol, incluso la nieve y el mar, tal vez la lluvia y el volcán. O todas las estrellas.
Capaz el viento, la tierra y en todos su cantar.
[No se precisan dioses ni presiones, tan solo fe de puros corazones]
*La libertad es una encomienda muy expresiva y contagiosa, es de espontáneo actuar, pero impulsiva en seriedad.
Con respeto y amor por los demás esta comprende que al acompañarnos nunca la perdemos.
¡TODOS POR LA TIERRA!
Grítalo al viento, a él le gustará saberlo.
J. B. Félix